martes, 8 de abril de 2014

¿Has calculado cuánto pesan tus preocupaciones?

http://bit.ly/1jr5zRt

Para responder a esa pregunta, te contaré una pequeña historia.

Un psicólogo, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua. Todo el mundo esperaba la típica pregunta ¿está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó: ¿cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió: “El peso absoluto no importa, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema; si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo; si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve“. Continuó: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada; si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada”. Acuérdate de soltar el vaso. (Historia tomada de http://bit.ly/1h1LnH8)


Las preocupaciones ocupan demasiado espacio en nuestra mente. Y donde ponemos nuestro foco de atención ponemos nuestra energía. Es así como la vida se acaba vistiendo de una vitalidad apagada en el que reina “ese no sé qué, qué se yo, déjame en paz” que nos lleva a enfrentarnos a las cosas con cierta apatía y poco ánimo. Las preocupaciones cansan, pesan y absorben energía. ¿Por qué se quedan ahí de forma permanente?
  • En algunas ocasiones, porque el miedo nos lleva a evitar enfrentarnos a una situación para resolverla.
  • En otras, es la falta de capacidad (no podemos porque no estamos preparados), la que nos paraliza y hace sentirnos impotentes ante el problema.
  • En muchas otras, sin embargo, se quedan ahí porque la realidad es que no podemos hacer nada con ellas. No dependen de nosotros. No nos perteneces y debemos tomar conciencia de ello, soltándolas o devolviéndoselas a sus propietarios.
  • Y hay un buen montón de ellas que, simplemente, las creamos nosotros mismos. Me encanta esta frase de Marc Twain:  “He sufrido muchas desgracias … que nunca llegaron  a  ocurrir”


Para todas estas circunstancias, la solución pasa por RECONOCER la existencia de esa preocupación y la razón por la que lleva tiempo ocupando nuestros pensamientos. Una vez hemos tomado conciencia de ella, es necesario sentir un auténtico deseo de QUERER SOLTARLA y de VIVIR DE OTRA MANERA. Y por último, queda ACTUAR, en cada caso, atendiendo a la causa que está “enquistando” esa preocupación.

Hay ocasiones en que este proceso es fácil; otras, por el contrario, se resolverían mejor con la ayuda de un experto que nos acompañe, que nos haga de “linterna” para ver con claridad por dónde seguir. No dudes en solicitar sus servicios, pues no compensa vivir con dolor por sujetar los vasos de la preocupación.  

Otros post relacionados:



No hay comentarios:

Publicar un comentario