domingo, 31 de enero de 2016

Construye tu propia constelación de oportunidades

http://bit.ly/1P5RXsk

En muchas ocasiones se repite la misma historia: resulta difícil dar con “ese ´maravilloso´ proyecto, que va a acaparar toda nuestra atención, al que vamos a dedicarnos con pasión y gusto, y que nos va inundar de felicidad, al fluir con aquello que tanto nos llena y realiza. ¡Ah! Y además, nos va a hacer ricos”.

Suena un poco irónico ¿verdad? Pues sí, lo es. Ese sueño es, las más de las veces, eso: solo un sueño, porque la realidad se muestra mucho más dura.

Con frecuencia cuando llevamos tiempo deseando un cambio de trabajo o de actividad, cuando buscamos una reorientación o reinvención, la solución no se presenta fácilmente. De hecho, no somos capaces de responder a la sencilla pregunta de ¿qué es lo que me gustaría hacer? Pensamos y pensamos, y todo parece tener ese “algo” que hace que la idea no sea la adecuada. Esta incertidumbre se convierte, además, en una barrera que nos aleja cada vez más del objetivo de encontrar ese hobby, trabajo, ocupación…  La angustia por no tener nada claro se va traduciendo en bloqueo; y, en esta situación, no somos capaces de promover cambio alguno.

Nuestra atención está centrada en encontrar “la solución definitiva” pues sabemos que esos cambios no son sencillos. Y ese enfoque casi obsesivo en dar con nuestra nueva “vocación” nos impide ver con claridad, tomar distancia para observar nuestras circunstancias con mayor amplitud y abordar el problema desde diversas perspectivas.

En resumen, entramos en el bucle de pensar y repensar sobre una, dos, tres, cuatro opciones o más, para no llegar a ninguna satisfactoria o válida. Y seguir pensando,…

¿Te suena? ¿Te has encontrado alguna vez en esta situación? ¿Y mientras tanto…?

Mientras, estamos parados, sin hacer nada más que analizar desde un plano teórico cada una de las posibles “calles sin salida”. Sí, solo intervenimos desde un punto de vista teórico porque no avanzamos nada o prácticamente nada en el desarrollo práctico de la idea. Y este esfuerzo inútil nos arrastra aún más hacia el bucle.

¿Qué hacer para salir de ese ciclo? Lanzarse a probar, arrancar con alguno de los proyectos, ponerse a ello, en una palabra: experimentar esa idea, aún a pesar de no convencernos del todo.

Y experimentarla hasta el punto en el que se haga necesario tomar decisiones de cierto calado (sobre todo, si precisan de inversión, comprometen en el proyecto a otros o requieren de recursos especiales, por ejemplo). Y es que antes de llegar a esa fase de implantación, la mayoría de las ideas que nos pasan por la cabeza pueden empezar a traducirse en pequeños pasos. Unos primeros contactos con esa tarea, profesión, ocupación, deporte o hobby que nos van a ayudar a ver con mucha más claridad si eso es lo que queremos y si eso es lo que necesitamos.

Para lanzarnos a ellos hay que “darse permiso”, en primer lugar, es decir, autorizarse a uno mismo para poder “perder” algo de nuestro tiempo en “probar” aunque no tengamos garantías de éxito. Se trata de eliminar la creencia de que “tenemos que dedicar nuestros esfuerzos/tiempo solo a aquello que estemos seguros de que tendrán salida o nos gustarán”. No pasa nada por tener que echar marcha atrás o interrumpir ese proyecto si vemos que no va con nosotros o con nuestro objetivo. Démonos permiso a abandonar una idea para comenzar con otra.

En segundo lugar, se precisa una buena combinación de esfuerzo, valentía y perseverancia. Comenzar con algo (buscar contactos, desarrollar una idea, profundizar en un tema, comenzar a formarse en una nueva ocupación, …) no es fácil y, en ocasiones, tampoco barato. Introducirse en un contexto social, laboral, formativo en el que no participamos habitualmente, requiere de cierta valentía. Volver a intentar algo de nuevo invita a renunciar a ello o a abandonar. Sí, todo esto es cierto, pero no queda otra, hay que lanzarse. Lo bueno es que, cada vez que se da un paso, el siguiente cuesta mucho menos.

En tercer lugar, tomarse cierto tiempo para ir valorando nuestros progresos, nuestra situación frente a los avances del proyecto y para evaluar la necesidad y disponibilidad de recursos. Aquí es donde puede llegar un momento (de hecho, es lo normal) en que la involucración, compromiso y envergadura del proyecto requieran de decisiones de mayor trascendencia para poder seguir adelante. Es también en estas fases de valoración cuando se puede llegar a la “sana conclusión” de que aquello no es para nosotros. Y no pasa nada. Bueno sí, sí que pasa: que la experiencia nos ha dejado aprendizajes importantes que se quedan como estrellas iluminando la búsqueda.

Y aquí es donde quiero llegar en alusión al título de este post. Nadie ha hablado de un proceso rápido y sencillo, y sin embargo, el tiempo viene a jugar a nuestro favor pues cada “prueba” va iluminando más la toma de decisiones. Así, un día descubres que varios de los mini-proyectos que en su día arrancaste y abandonaste (por razones diversas) empiezan ahora a darse la mano, configurando una pequeña constelación con sentido propio. Y que aquello que, en su momento, pareció una aventura más sin mayores réditos, te sirve ahora para lanzar tu nueva idea e incluso, para retomarla de nuevo desde otra perspectiva.

En definitiva, que los pequeños experimentos que parecen ya olvidados se han quedado acomodados esperando su momento para conectar, a modo de redes neuronales, y crear la red de apoyo experiencial para otra idea, aventura, vocación, dedicación, o nuevo proyecto.

Cuando esto empieza a ocurrir, toma sentido el tiempo dedicado a experimentar con nuestros sueños, tratando de hacer de ellos una realidad. Nunca es tiempo perdido. Cada intento de poner en marcha…, de buscar salida por…, de reorientarte hacia…, ha dejado pequeñas decisiones que están ayudando a delimitar el camino de búsqueda.

Y no me meto con la fuerza creativa que generan esas aventuras porque daría para otro post, pero sin duda, de una idea sale, al menos, otra nueva idea.

Así que te aconsejo que venzas ese miedo inicial, esa inercia, ese no saber qué hacer, para lanzarte a experimentar, a poner en práctica y a probar. Y si ya estás en ello, te animo a seguir intentándolo. Con todo ello estarás dando forma a tu propia constelación de oportunidades.

1 comentario:

  1. Realmente este post parece hecho para mí. Me identifico totalmente con esas idas y venidas con las ideas, con los proyectos, sin sacar nada en claro, sin saber cómo vencer esa inercia. Y también con lanzarse y dar un paso... a ver qué pasa. En el peor de los casos, al menos, habremos logrado el aprendizaje de que eso no era para nosotros; como diría Edison, ya sabemos las 100 maneras de no hacer una bombilla. Y de ahí para arriba, todo lo demás: el proyecto va tomando forma y avanzando, y cuando pones un poco de distancia para analizar te das cuenta de que realmente ha habido un progreso. Vamos, que desde mi experiencia constato que es verdad lo que dices.

    ResponderEliminar