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El pasado 20 de marzo
se celebró el Día Internacional de la
Felicidad. Fue Naciones Unidas quien pensó en: ¡qué bueno sería dedicar un
día a reflexionar sobre mi felicidad y tratar de acercarme a todo aquello que
me hace feliz! Y no para dejarlo ahí, en
un simple día, sino para tomar conciencia sobre lo que es la felicidad y legitimar
el deseo de vivir ese estado de bienestar, como una aspiración universal de los
seres humanos.
Pero ¿qué es la
felicidad? Me gusta la definición de Jean Paul Sartre "Felicidad
no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace".
Querer
lo que uno hace.
Querer lo que uno
hace, fácil cuando estamos disfrutando de nuestros hobbies, de buenos momentos
con la pareja, la familia, los amigos, o cuando damos un simple paseo. Sin
embargo, todo un reto, en otras ocasiones. Y para muchos, un notable esfuerzo
cuando se refiere al trabajo. Porque no olvidemos que un altísimo porcentaje de
los trabajadores no están a gusto en los empleos que desempeñan.
Lofti EL-GHandouri
publicó en 2007 un libro titulado El despido interior en el que hace
un interesante análisis de la
infelicidad en el trabajo. Así, compara la progresiva pérdida de motivación
con los peldaños de una escalera (las fases te las describo con más detalle en
la parte II de este post). Poco a poco y a medida que decae el entusiasmo,
uno va abandonando “ciertas cosas que antes hacía”.
¿Qué pasa cuándo dejo de disfrutar con el trabajo?: Sintomatología
Cuando esto ocurre,
empieza a hacerse evidente toda una sintomatología (algunas de las que menciona
Lofti EL-GHandouri ):
* Aplico
la ley del mínimo esfuerzo y cumplo con lo estrictamente necesario.
* No comparto mis opiniones ni mis
ideas.
* Escondo mi iniciativa y oculto mi
creatividad.
* Evito dedicar tiempo al desarrollo
de mis habilidades.
* Acepto las decisiones de mis
superiores con resignación, sin hacer ningún comentario.
* Me vuelvo irónico y sarcástico
respecto a los temas de la organización.
* Opto por racionalizarlo todo,
eliminando el aspecto emocional.
* Mi estado de ánimo cambia
drásticamente.
* Descuido mi apariencia, mi
alimentación,…
* Mi paso por la oficina resulta lento
y pesado, mi postura se vuelve decaída y apática.
* Y
poco a poco, nos vamos aislando, buscando el pasar desapercibidos.
En resumen, voy
abandonando muchas prácticas o comportamientos, sin darme cuenta de que, en
muchos casos, hacer aquellas cosas era lo que me daba la felicidad. Problema:
no encuentro la fuerza para hacerlas.
Esa desmotivación,
además, nos colocamos en una situación que tardará poco en afectar a otras
parcelas de nuestra vida personal. El problema del despido interior es que genera, habitualmente, una renuncia que va
más allá de lo laboral.
La solución pasa por
pensar con detenimiento en la definición de felicidad con la que arranca el
post "Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno
hace".
Así que nos quedan dos opciones:
a) Reenfocar
nuestra relación con el trabajo tratando de encontrar sentido a nuestra
actividad. Esto es, encontrar una fuente de motivación que me le de valor a lo
que hago.
b) Superar
el miedo a actuar y empezar a hacer “algo” distinto (en ese trabajo o en otro).
Algo con lo que realmente nos identifiquemos, aunque inicialmente solo sea una
actividad complementaria o aunque, al principio, nos cueste bastante. Es decir,
encontrar “tareas” que nos gusten y “hacerlas”.
“Querer lo que uno
hace”, esta es la clave para disfrutar de la vida.
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