Me encanta este cuento, y no solo por cómo maneja el asunto
de la autoestima, la motivación y la creatividad sino porque ejemplifica algo
que a menudo nos ocurre, el quedarnos parados o bloqueados ante una
dificultad.
¿Te ha pasado alguna vez algo de esto?... querer presentar
una idea y no tener ninguna, abordar por decimoctava vez un problema sin saber
por dónde tirar, sentarte delante de un papel sin que venga una palabra a la
cabeza, sentirte parado ante una encrucijada de caminos sin que encuentres el
menor indicio de por dónde tirar, enfrentarte con hastío y aburrimiento al
mismo trabajo de siempre sin ver una luz ni una salida … podría seguir poniendo
ejemplos. En definitiva, lo que se plantea es el tener que decidir o hacer algo
para resolver una situación y no lograr dar ningún paso, bueno sí: el de mirar
el problema y solo mirarlo, hasta obsesionarnos.
¿Las razones de por qué actuamos así? … pueden ser muchas:
miedo, inseguridad, desmotivación, etc. Partiendo de que cada caso es
individual, sus consecuencias son que la persona se siente bloqueada y sin
capacidad de acción.
Es una situación bien parecida a lo que le pasa al niño del
cuento. No se le ocurre qué dibujar y se enfrenta a un papel vacío para,
únicamente, conseguir enojarse. Nuestro protagonista tuvo suerte, ya que hubo
alguien a su lado que supo mostrarle el camino para romper su bloqueo: hacer
algo, dar un primer paso y construir con ese paso, algo importante por pequeño
que sea.
El cuento representa una realidad que podemos aplicar a
nuestra vida. En mi experiencia como orientadora de personas que están en
desempleo, trabajo con frecuencia situaciones personales análogas a la de esta
historia: desempleados que hace tiempo se quedaron “parados” ante su búsqueda
de empleo. Empezaron con fuerza y entusiasmo pero después de un tiempo de no
conseguir buenos resultados, entraron en un periodo de desencanto que conduce a
no saber que más hacer. Lo mismo puede ocurrir cuando buscamos una
reorientación de nuestra carrera profesional, o pasamos por una situación de crisis o un
deseo de cambio: nos perpetuamos en ese trabajo que no queremos, viendo cómo
pasa el tiempo y nada cambia.
Las opciones para
salir de esta “parálisis” son diversas pero, sin duda, la cuestión clave es la
de “echar a andar”, hacerlo con cualquier acción por pequeña y/o sencilla que
sea.
Crea un punto,
por modesto que resulte, esto es: haz algo, lo que sea, algo que te ponga en
movimiento y que te lleve a un segundo paso. Una llamada de teléfono, asistir a
una charla, quedar con alguien, apuntarte a… cualquier cosa que te saque de la
cuneta y te ponga de nuevo en el camino.
Haz ese esfuerzo aunque en este momento te resulte difícil.
Te merecerá la pena. Y no juzgues si es poco o mucho, grande o pequeño, importante
o banal, ¡es tu punto! ese que te va a llevar a hacer más puntos en diferentes
colores y tamaños. Y el que, después de un periodo de tiempo y esfuerzo
“haciendo puntos”, te abrirá las puertas a tu propio reconocimiento y al de los
demás.
Coge el lápiz y no lo pienses mucho, crea tu primer
punto, el primero de una serie de puntos. En ti está la decisión de hacer los
cambios que mejoren tu vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario