A veces, nos echamos en cara la falta de “planificación” con la que llevamos nuestra vida pues no tenemos tiempo para parar, pensar y decidir lo que más nos conviene; sin embargo en materia profesional, es frecuente caer en el exceso de planificación y en la falta de “acción”. ¿Cuántas veces nos hemos reconocido diciendo que queremos cambiar de trabajo, quejándonos de cómo vivimos, del empleo que tenemos, planteándonos lo que vamos a hacer para cambiar y, después de tanta queja, seguimos sin acometer nada realmente efectivo por resolver la situación?
En muchas ocasiones,
incluso, nos engañamos a nosotros mismos. Hacemos que hacemos algo. Nos ponemos
a organizar nuestro cambio, pero nos perdemos en el proceso de planificación.
Planes de
perfeccionamiento de un idioma, proyectos para aprender algo determinado, para
reorientar la profesión, para buscar un empleo mejor, etc. se pierden a menudo.
Muchas veces, cada enero y cada septiembre (dos meses muy propios para
planificaciones) nos proponemos arrancar con algún propósito que se acaba
quedando a medias.